En la calle Santa Clara de Ciutadella, en Menorca, se ubica un pequeño negocio que esconde 119 años de historia. Es la Joyería Carles, una empresa familiar que lleva ya cuatro generaciones al servicio de sus clientes. En ella se venden joyas de oro de 18 quilates, platería y relojes. Este establecimiento combina tradición, técnica y valores familiares, convirtiéndose en símbolo del pequeño comercio que preserva su territorialidad y su papel en la vida cotidiana de la comunidad.
“Mi bisabuelo trabajaba aquí, en Ciutadella, en una fábrica de monederos de malla de plata, hasta que quiso convertirse en joyero y se fue a Barcelona”, relata el actual propietario del negocio, Tolo Carles. “Luego, cuando regresó, montó la tienda aquí mismo, en la calle Santa Clara, 16. Montó joyería, platería, relojería y también óptica”, prosigue. Algunas cosas han cambiado desde entonces: “Los relojes eran todos mecánicos, mientras que ahora la mayoría son con batería. Las gafas venían con cristales montados y la gente se los iba probando, porque no se podía graduar en aquel tiempo”. Después heredó el negocio su abuelo, en un contexto más complicado. “Fue la época de la guerra, momentos muy difíciles. Tuvo que empezar de cero otra vez”, explica Carles.
Si algo ha aprendido de las generaciones que le han precedido es la importancia de tener su propio taller: “Mis padres y mi abuelo siempre me han dicho que el taller era fundamental en la joyería. Era lo que daba un empujón”. Es algo en lo que aportan un valor añadido respecto a la competencia: “La mayoría de las joyerías no tienen taller, solo se dedican a la compra y la venta. Lo que nos diferencia a nosotros es esto”.
La manera de trabajar ha evolucionado durante todos estos años. “Antes se hacía todo a mano. Mi abuelo grababa con el buril. Mi padre, con el pantógrafo manual. Y yo empecé a los 19 años ya con ordenador”, cuenta el joyero. Pero también hay tareas en las que mantiene el estilo artesano tradicional: “Tengo treinta años de experiencia en el corte con sierra. Hoy en día se corta con máquinas láser, pero yo aún sigo cortándolo a mano, con la sierra”.

Clientes de proximidad que pasan de abuelos a nietos
El verdadero valor de este negocio reside en su cercanía con los clientes. La clientela que acude a este negocio es variada, pero el comercio aplica siempre la misma fórmula heredada del pasado: el trato personalizado y cercano, logrando cubrir las necesidades de los que se acercan. “No es una joyería de lujo: son precios asequibles para todos los bolsillos”, defiende su dueño. “En verano vienen más turistas, pero nosotros trabajamos más con la gente de la isla”, explica, a diferencia de las joyerías que están a pie de playa.
Y, por tanto, eso significa que conocen mucho a sus clientes, quienes también van pasando por la tienda de generación en generación: “Vienen los abuelos, los padres y luego ya nos traen a los hijos. Están contentos con nosotros. Ellos siempre vuelven y no tenemos ningún problema”. Y esas relaciones familiares también tienen su reflejo en las propias joyas. “Ha habido familias en las que los padres del novio querían que, con el oro de sus alianzas, hiciéramos las de su hijo. Todo se puede hacer”, relata Carles.
No todas las anécdotas que recuerda el joyero son tan positivas. A veces tienen que lidiar con incidentes, como cuando una pareja que se iba a casar les encargó sus alianzas, pero, una vez las habían grabado y estaba todo listo, se anuló la boda. O cuando una mujer llevó al taller un solo pendiente pero luego reclamaba los dos: “Estuvimos una semana discutiendo y al final ella lo encontró”.
Son solo momentos anecdóticos en una joyería que tiene reconocimiento en la isla. Tanto que, en 2023, el Ayuntamiento de Ciutadella la reconoció como comercio emblemático de la ciudad. “Fue un orgullo, un reconocimiento a los 117 años de historia. Para mí fue un momento muy emotivo porque me llevé a mi padre, que por motivos de salud no estaba muy bien”, recuerda Carles.
Hasta hace unos años, su padre era el gerente de Joyería Carles, su madre se encargaba de la tienda y él llevaba el taller. “La experiencia de mis padres siempre me ayuda”, valora. El único inconveniente que encuentra a trabajar con la familia es la dificultad para separar lo laboral y lo personal: “Estábamos comiendo y estábamos hablando de trabajo”. Desde que sus padres se jubilaron, le toca estar al frente de todo, con el apoyo de un equipo de tres dependientas.

Un legado que mira al futuro
Tolo representa la cuarta generación al frente del negocio familiar, y aunque sus hijas aún son pequeñas, no oculta su deseo de que la historia continúe. Además de joyero y relojero, Tolo Carles es gemólogo y tasador de joyas. “La gemología es el estudio de las piedras preciosas. Estuve dos años formándome en Palma de Mallorca. Y estudiamos los brillantes, los rubís, las esmeraldas, los zafiros, los topacios…”, explica el gerente de este negocio que desafía el tiempo y que mantiene un enorme legado.
Esa cualificación le sirve para analizar la calidad del material que le traen. “Una señora compró una piedra roja de Colombia. Dijo que era de gran valor, que era un rubí. Cuando lo vi, dije: ‘No me parece un rubí, sinceramente. Déjamela, la voy a comprobar con los aparatos’”, relata Carles. En efecto, tras analizarla concluyó que se trataba de un granate, que tiene muy poco valor. “Por eso siempre aconsejo ir con cuidado y comprar en las tiendas de confianza”, advierte.
Tolo Carles representa la cuarta generación al frente de este pequeño negocio familiar y preferiría no ser la última. Pero es consciente de que eso no está en su mano: “Tengo dos hijas pequeñas. Aún es un poco pronto para saber lo que harán. Me gustaría que continuasen con todo lo que se ha conseguido, pero ya veremos qué pasa”.
También te puede interesar
 
                    Una visita por el Hotel Almudaina, seis décadas de historia, transformación y legado en el corazón de Palma
Leer más
 
                    Semillas Batlle, la historia de una pyme catalana que pasó del Maresme del siglo XIX a la cebada contra el colesterol
Leer más
 
                    Así es cómo Grupo Unceta pasó de ser una pequeña pyme vasca nacida en 1874 a ser ultrainnovadora
Leer más
 
                    La evolución coherente de Serafí, una industria gráfica en Cataluña que da muy buena impresión (y algo más)
Leer más
 
            