“Buenos días, vengo a recoger un cancán”. No en cualquier comercio se escucha una frase así, pero es lo que ocurre una mañana de primavera en Álvaro Moliner. Una tienda elegante en una calle peatonal en pleno centro de Valencia. Ocupa un local de tres plantas que respira historia, elegancia y tradición.
En la de la calle y en el sótano se pueden ver telas con bordados floridos, mantones de todos los colores sobre las paredes, alpargatas plateadas o de flores. En sus estancias encontramos tejidos florales, mantones, calzado tradicional y un taller donde se confeccionan a medida los trajes regionales. Todo bajo la dirección de Alejandro Moliner, nieto del fundador, quien representa la tercera generación de un legado familiar profundamente vinculado al territorio valenciano.
Los mostradores de madera de calidad, los techos con ornamentos dorados… todos los rincones respiran la elegancia de un comercio en el que se notan las décadas atendiendo a la clientela local. En la planta superior, a la que se llega por una elegante escalera curva con barandillas también doradas, se sitúan un probador enorme y el taller en el que se confecciona la indumentaria tradicional en la que está especializada esta firma.

Un taller donde la cercanía marca la diferencia
La confección se realiza en el taller de la planta superior. Allí, la atención personalizada permite crear piezas únicas, adaptadas a cada clienta. Pero más allá del producto, lo que marca la diferencia es el vínculo emocional. “Cuando empezó la empresa, se dedicaba más a tejidos en general, ropa de cama, cortinajes, mantas… Y tenía una pequeña sección de indumentaria valenciana”, cuenta el gerente de esta pyme, Alejandro Moliner. “Con el tiempo, la indumentaria valenciana se ha comido el resto de las secciones y nos hemos especializado en eso”, explica.
El legado de los Moliner es parte inseparable del negocio. Este negocio familiar nació en 1939. “Después de la guerra, el 12 de octubre, la fundó mi abuelo, Álvaro Moliner Villarroya. Él venía de un pueblo muy pequeño de Teruel, empezó de aprendiz en la tienda de sus tíos y al tiempo montó la tienda muy cerquita de aquí, en la calle de la Sangre, en un entresuelo”, relata el gerente actual. Lo describe como “un comienzo duro, porque la sociedad española estaba devastada”. “Poco a poco fue haciéndose un nombre y abriendo más tiendas, como esta en la que estamos ahora, en el Pasaje Ripalda, que nació en 1946”, explica.
La firma llegó a exportar a toda España e incluso a Arabia Saudí. Pero en los años 70, la crisis del petróleo hizo estragos y le obligó a centrarse en esta tienda del Pasaje Ripalda y cerrar las demás. También en esa época falleció el fundador, y el negocio quedó en manos de la segunda generación Moliner. En las últimas décadas, la reinvención del negocio y su especialización en ropa tradicional le ha permitido recuperarse hasta llegar a ser “una de las empresas más importantes de indumentaria valenciana”, cuenta su gerente actual.
El negocio de Álvaro Moliner no podría entenderse sin las Fallas. En torno a esas fechas, la tienda se llena tanto que tienen que poner una puerta como entrada y otra como salida para que sea posible atender a toda la clientela manteniendo el orden. Ese pico de trabajo no acaba en marzo: después de la fiesta valenciana por excelencia hacen rebajas hasta el 15 de mayo, por lo que la afluencia se extiende hasta entonces.

Para el gerente de la firma, su vínculo con las Fallas es de ida y vuelta: “Son nuestro negocio, pero nos gusta siempre devolverles lo que nos dan. Siempre que nos piden una colaboración, alguna rifa, un anuncio, unas charlas... Las Fallas nos dan mucho y nosotros como empresa tenemos que devolverles todo eso que nos dan”.
Estas fiestas tradicionales han tenido un papel importante en la revitalización del sector textil en la zona. “Estamos moviendo una industria artesanal valenciana que, gracias a las Fallas y al amor que tiene esta gente por la fiesta, se mantiene viva. La industria sedera era muy importante en el siglo XV en Valencia, después cayó en picado y, gracias a lo que son hoy las Fallas y la indumentaria valenciana, está viva”, explica Moliner. El 90 % de sus proveedores son de la Comunitat: “Cuando alguien compra un producto aquí, está ayudando a familias valencianas y a empresas valencianas”.
Con esos materiales locales, el equipo de Álvaro Moliner confecciona los trajes aquí mismo, en el taller situado en la planta superior de la tienda. “Esto nos ayuda mucho a hacer siempre un artículo muy especializado y muy a medida del cliente”, pone en valor el gerente.

El probador como remanso de paz
Muchas veces, quien acude a comprar un traje acaba desarrollando un vínculo que va más allá de la relación cliente-comerciante. “Hacemos también un poco de psicólogos”, reconoce Moliner. “Cuando te vistes con la indumentaria tradicional estás guapo y lo pasas bien, se crea un vínculo muy importante”, cuenta. “Mucha gente nos dice: ‘Es que en el probador estoy a gusto’. Creo que eso ayuda en este mundo de mucho estrés: somos su remanso de paz”.
Ese vínculo a menudo se hereda de generación en generación. “Es muy bonito cuando viene una señora mayor y nos dice: ‘Yo aquí me compré el traje de novia’. O viene una chica más joven y dice: ‘Mi abuela ya venía aquí’”, relata el gerente. “Nosotros hemos formado parte de esas historias familiares: eso se mantiene vivo gracias a comercios locales como el nuestro”, apunta.
Historias familiares como la de los propios Moliner. “Yo he nacido aquí, he vivido aquí, mi padre también… Lo que es la familia va muy ligada a la firma”, explica el representante de la tercera generación. Cada uno aporta lo suyo: “Actualmente yo soy el gerente, mi padre también lo fue y está a mi lado, ayudándome. Él aporta ese punto de experiencia y de sabiduría. Yo intento aportar ideas nuevas y estar ahí al pie del cañón. Creo que es un mix perfecto, con la experiencia y la frescura del año en el que estamos viviendo”.
Para Alejandro, trabajar con su familia le aporta confianza y tranquilidad: “Siempre sabes que van a estar ahí. Eso te hace levantarte cada día y plantearte un reto nuevo”. Un apoyo que percibe también de toda la plantilla que, en épocas de mucho trabajo, alcanza los 30 trabajadores. Cuando le preguntamos qué es lo menos ventajoso de trabajar en familia, lo tiene claro: “Llegas a casa y no desconectas. Te juntas un domingo, acabas hablando de trabajo y dices: ‘Jolín, siete días a la semana’”, lamenta.
Apoyo indispensable para obtener financiación
Al trabajo de una familia dedicada a esta empresa y de una plantilla comprometida se suma el apoyo de aliados, como es el caso de su partner bancario. “Gracias a la ayuda financiera de Banco Sabadell, mi padre pudo formar este negocio y consolidarlo, incluso en un momento de crisis nacional. Eso nos ayudó a conseguir esta expansión”, valora Moliner.
Y es que el año pasado abrieron una nueva tienda, en la que dan el salto de la ropa a medida al ‘prêt-à-porter’. En ella también intentan dar más presencia a la moda masculina, que hasta el momento había estado en segundo plano, para responder a la tendencia actual de los hombres a cuidar más su imagen.
Con evoluciones como esta, Álvaro Moliner conjuga la innovación con la tradición, que es la principal seña de identidad de su negocio. Tradición, cercanía y trato personalizado que genera bienestar para la clientela, como explica su gerente: “Lo que nos importa es que a cada persona que entre por la tienda le demos lo mejor de nosotros y salga por la puerta feliz, porque, al fin y al cabo, estamos vendiendo felicidad y contribuyendo a los sueños de la gente”.
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