Aquí y en Noruega, en el Reino Unido y en Turquía. Huercasa, empresa familiar surgida hace 45 años en un pequeño pueblo segoviano, es uno de los grandes productores de vegetales cocinados, envasados y listos para comer de Europa. En los ochenta puso de moda la endibia y hace poco inauguró fábrica en Rumanía. Ah, su presidente es un vaquero castellano que ha montado el festival de música country más conocido de España.
“Sé un tipo sencillo, no vivas demasiado rápido / Los problemas vendrán y pasarán / Sigue tu corazón y nada más”. Suena Simple man, un clásico de la banda de rock sureño de EE. UU. Lynyrd Skynyrd. A Félix Moracho le vuelve loco la música country americana. Sabe que marida a la perfección con la tierra que pisa. Estamos sobre un cotarro, que es como los castellanos antiguos llamaban a una loma en medio del páramo. Esta, en concreto, es un cerro testigo, uno de esos parajes moldeados por la erosión y que sirve de testimonio de la evolución de la tierra. Aquí, en San Miguel del Arroyo (Valladolid), se levanta el centro logístico de Huercasa, una empresa familiar que lleva 45 años dejando huella en estos campos. Moracho tiene 70 años y todavía sigue confiando en las corazonadas: está al frente de una compañía que es líder en producción y comercialización de vegetales de 5ª Gama, productos cocinados, envasados y listos para consumir.
Esta aventura comenzó en 1979, a 20 minutos en coche de este centro logístico, en el pueblo segoviano de Sanchonuño, con solo 1.012 habitantes. Félix vivió hasta los once años en Tudela (Navarra) y después en Valladolid, ciudad a donde habían trasladado a su padre. En Pucela estudió para ser ingeniero agrónomo y es en la universidad donde conoció a su mujer. Con veintipocos años y charlando con su suegro, Tomás Martínez, que era de Sanchonuño, y su cuñado, Roger Roussel, de origen francés, surgió por primera vez la palabra endibia. “Mi cuñado tuvo acceso a un mundo emergente en la producción agrícola, el de la endibia, y los tres vimos la oportunidad de producirla en España con una tecnología novedosa que venía de Francia y Holanda: el cultivo hidropónico”, recuerda. La hidroponía no necesita suelo para cultivar la planta, sino una solución de agua que se enriquece con nutrientes y que se suministra directamente a la raíz. “Nos hicimos un viaje a París para aprender y así comenzó Huerta Castellana S. A.”, que después y hoy conocemos como Huercasa.
La universidad de la endibia
Y fue así como una idea familiar puso de moda un producto como la endibia. En los ochenta y noventa del siglo XX, aquellas hojas blancas, crujientes y con un toque amargo llenaban menús y recetas. Te las ponía tu madre con una anchoa encima, o eran un entrante en las bodas rellenas de jamón y queso gratinados, o el primer plato en el restaurante con salsa de queso roquefort y nueces. Fue un auténtico boom.
“La primera producción fue pequeña, el mercado era novedoso, nos pedían mucha endibia y a los comercializadores les vino grande. Además, caímos en la red de una gente que no era muy profesional y no nos pagaron, así que estuvimos un año tirando de ahorros, pasando calamidades”, reconoce Moracho, que no esconde que después “tuvimos 20 años muy buenos”.
La razón también está en su cabeza. “Aunque había gente a la que no le gustaba el sabor, era un producto fácil, con muchas propiedades, limpio y donde las garantías higiénico-sanitarias y de calidad eran muy potentes. Además, la endibia triunfó porque todavía no habían llegado los vegetales de 4ª Gama, las ensaladas lavadas, cortadas y mezcladas”. Esta verdura sigue en el mercado pero Huercasa ha abandonado la producción –“tenemos un pequeño volumen para nosotros y los amigos”–, ya no tiene tanto tirón y cuesta mucho. El cultivo tiene dos fases, primero en el campo y luego en naves climatizadas. “Los franceses la llaman la raíz del diablo porque es ingobernable. Para nosotros fue una universidad pero ya no salen los números”.
Los reyes de las mazorcas de maíz dulce
Su apuesta por los vegetales de 5ª Gama es lo que sitúa a Huercasa en el mapa internacional. Hablamos de aquellos que no se suelen comer crudos, que han sido cocinados y están listos para su consumo. “En nuestro caso, con un tratamiento de calor y conservación, y un envasado al vacío o en plásticos especiales, logramos unos vegetales con las propiedades similares, o incluso mejores, que las del producto en fresco. Están listos para tomar y no tienen una vida útil larga”, comenta Félix Moracho.
Su producto estrella es la mazorca de maíz dulce, esterilizada y envasada al vacío, que está presente junto al resto de su catálogo en 38 países. “Mandamos camiones y camiones de paquetes que pesan en torno a los 500 gramos –asegura el fundador y presidente de la empresa castellana. Estamos hablando de 20 millones de kilos cada año”. Y también la remolacha roja, la patata y algunas legumbres. En sus palabras, Huercasa está presente en las mejores cadenas de alimentación del continente, en especial en los mercados del Reino Unido y del centro y del norte de Europa.
“Nos hemos convertido en una compañía especializada y además de la calidad y la seguridad alimentaria, lo que perseguimos es trabajar la calidad percibida. Por ejemplo, que una remolacha tenga un buen color, una buena textura y buen sabor. Si optimizas esto, tienes un producto magnífico”, sostiene Félix Moracho.
Innovación y colaboración con el entorno
El entorno y el clima dibujan el terreno. Y también la forma de ser. “A los castellanos y leoneses, el espíritu innovador nos surge de la necesidad porque estamos en un lugar duro y donde no es sencillo competir”, explica este ingeniero agrónomo que ahora está terminando un grado universitario en nutrición. Las propiedades y aplicaciones de los vegetales es su principal interés ahora que su hijo se ha hecho con la dirección de Huercasa. “Estoy obsesionado en aportar más salud al consumidor. Cada vez se demanda más producto vegetal y necesitamos que lo que comamos sea rico, sabroso, apetecible, y sea nutritivo. Ahora, la investigación científica está obteniendo resultados muy interesantes, igual que hay fármacos específicos contra la obesidad, los vegetales tienen que ayudar al bienestar físico y emocional”.
Para ello uno de los pilares es la innovación. Además de las instalaciones de Sanchonuño (Segovia) y San Miguel del Arroyo (Valladolid), Huercasa ha inaugurado un centro de innovación en Valsaín (Segovia). Lo han llamado Cocina de Ideas, donde especialistas y tecnología trabajarán con un propósito, analizar tendencias y crear productos más apetitosos y saludables. “Estamos, por ejemplo, estudiando a conciencia la judía negra, lo que llaman frijol, porque su perfil nutricional es buenísimo”.
El crecimiento de la compañía a lo largo de las últimas cuatro décadas –la facturación prevista para 2024 supera los 70 millones de euros– también tiene como pieza bien engrasada la colaboración con agricultores especializados. Hace años dejaron los cultivos propios y se aliaron con horticultores con tierras –más de 3.600 hectáreas– en Castilla y León, Castilla-La Mancha, Andalucía, Extremadura, Valle del Ebro, Aragón, Navarra y sur de Francia. Sin olvidar que Huercasa ha abierto una factoría a orillas del Danubio, a 150 kilómetros de Bucarest, en Rumania, para suministrar producto vegetal a los países del entorno, desde Bulgaria, Polonia, Chequia, Serbia o Hungría a Turquía, Italia o Israel.
Arraigar población y contratar más mujeres
En las campañas más fuertes, la empresa da trabajo a más de 500 personas. Y en la estructura fija están empleadas 200 personas, la mayoría mujeres –más del 60 % de la plantilla– y del territorio castellano. Este vínculo no es caprichoso. “Estamos aquí –remarca Félix– porque siempre hemos querido estar aquí, es un tema emocional. Es una tierra áspera, con un clima canalla, pero que nos viene muy bien para productos hortícolas de raíz como la remolacha, la patata o la zanahoria, porque en verano el clima es cálido pero las noches frescas y eso da calidad y controla las plagas. Y estamos aquí porque nos gustan los valores tradicionales del mundo rural”.
Según datos de la Estadística Continua de Población del INE, publicados el pasado febrero, solo el 4 % de todos los menores españoles de 30 años reside en Castilla y León, mientras que los mayores de 80 años suponen más del 9 % de toda la población de la comunidad. Envejecimiento y despoblación como cóctel maldito. En la reducción de ese desarraigo también cuenta la labor empresarial. “En Castilla y León funcionan más de 3.000 empresas, la mayoría pequeñas, en el sector agroalimentario. Aquí hay gente muy buena y dinámica, que innova y se mueve por el mundo. A nosotros nos gusta y nos interesa facilitar un proyecto vital a la gente de aquí, sabemos que hay oportunidades pero es difícil luchar contra la despoblación”.
Una de esas personas “de aquí” es Loli Muñoz, responsable de la sección de remolacha y doypack (un tipo de envase flexible y termosellado muy utilizado en la actualidad) en la instalación de Sanchonuño. Empezó desde abajo, “en la fábrica, quitando hierba de la achicoria, luego fui responsable de la sección de maíz, y promocionando he llegado hasta hoy: gestiono a más de 30 personas”, explica. Loli nació en Sanchonuño hace 52 años y no pudo estudiar. “No lo haré tan mal cuando llevo ya 28 años en la empresa”.
En este recorrido, el fundador de Huercasa reconoce la necesidad de una relación fluida, natural y de confianza con los proveedores financieros. “Lo que quieren los bancos es que les cuentes los proyectos a tiempo y que tengas tus estados financieros bien ordenados. Si un día tienes problemas y das la cara con transparencia, no pasará nada”, dice Moracho.
Félix es un tipo afable que todavía baila country. De pequeño se hartó de ver películas de vaqueros y leer novelas de Marcial Lafuente Estefanía –escritor de Toledo que lanzó al mercado en la posguerra más de 2.500 novelas del Oeste–. John Huston y John Wayne ocupan el primer puesto de sus mitos cinematográficos. Hace quince años, en un viaje a Brasil para ver si era factible abrir una fábrica en el país sudamericano, surgió una nueva chispa, la de montar en España un festival de música country.
“En São Paulo siempre acabamos en Villa Country, una discoteca con música country brasileña que podía reunir a más de 20.000 personas, y entonces vimos la vinculación entre este género musical y nuestro producto estrella, el maíz. Donde hay mucho consumo de mazorca de maíz, hay afición al country. De hecho, puede que haya más gente que conozca el Huercasa Festival que nuestra empresa”, comenta Moracho.
El año que viene, el festival, que se celebra en la localidad segoviana de Riaza, cumplirá diez años. En la edición de este pasado verano, Félix, con su sombrero vaquero, alucinó con el chaval de 21 años que subió al escenario y que los expertos coinciden en situar pronto en lo más alto del podio de la Americana Music. Su nombre, Myron Elkins. El joven cantante repite en Nashville Money que con su dinero “voy a cuidar mis esperanzas y sueños”. Félix lleva desde 1979 haciendo lo mismo. Ahora sabe que está más cerca su jubilación, seguirá pensando en su empresa de vegetales… y en pasear en medio de un bosque y cerca de un río.